Un grupo de mujeres tejedoras ha entrelazado los hilos de su vida para lograr la tan ansiada independencia económica, hacerle frente al machismo y emprender un proyecto de vida. El camino de las tejedoras no ha sido fácil, desde la primera vez que una tira de paja tocó sus manos hasta la conformación de su propia marca.
María Juana Sosa Villegas tiene 38 años y ha tejido casi toda su vida. A los 10 años aprendió a tejer en paja toquilla porque era el trabajo de su madre. Su padre era agricultor y dependía de la cosecha de la chacra para llevar la comida a la mesa, por lo que su mamá le ayudaba vendiendo los sombreros chalanes.
María Juana recuerda la habilidad de su madre para tejer: en un día podía hacer hasta dos sombreros. Impresionada por esa destreza, decidió que también quiere aprender a tejer. Ya siendo mayor de edad, se inscribió en la Asociación Virgen del Perpetuo Socorro, un grupo de tejedoras al que pertenece su mamá, para sacar su Registro Nacional de Artesana y así poder comercializar sus productos.
María Juana reconoce que asociarse le ayudó a tener nuevos conocimientos sobre la paja toquilla, ese noble material que no solo es útil para confeccionar sombreros, sino también carteras y accesorios.
“A veces no hay trabajos, más que todo para los que somos del campo, no hay oportunidades para buscar el sustento de nuestra familia”, cuenta.

Es por ello que vio en la paja toquilla una forma de generar ingresos y apoyar en la economía familia. Su experiencia y voluntad le permitieron llegar a presidir la asociación en 2023. Además, ver a sus abuelos y a su madre tejer le dieron las bases para poder dedicarse al tejido de paja toquilla.
Golpe del Niño a la paja toquilla
Maribel Solano es la más joven de la asociación, ella tiene 33 años y su historia con la paja toquilla es especial. A los 15 años aprendió de este arte familiar y se enamoró por completo, cuando alcanzó la mayoría de edad se unió a la Asociación Virgen del Pilar de La Campiña y empezó su vida como tejedora.
En 2017 su familia se vio afectada por el desborde del río Piura durante la emergencia del Niño Costero. Su casa se inundó y tuvo que ser desplazada de su hogar a uno de los campamentos que instalaron para evacuar a todos los damnificados por el desborde.
Cerca de 465 mil de piuranos quedaron damnificados o afectados por el fenómeno de El Niño del 2017. Maribel estuvo viviendo en un ambiente hostil, en un campamento en medio de la carretera Piura – Chiclayo, hasta que pudo regresar a su hogar.
Pero en medio de esa crisis a ella le tocó ser fuerte, empezó una carrera técnica de administración de empresas que pudo pagar gracias a la venta de sus productos en paja toquilla.
(Fuente: Diario El Tiempo)